Desarrollo personal · febrero 17, 2024

Cielo y Tierra

La RAE define la palabra utopía como: Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.

Reivindico mi derecho a creer que un mundo mejor es posible. Un mundo donde reine la justicia, donde los derechos humanos sean una realidad, donde haya una igualdad de oportunidades, donde se inviertan los recursos económicos en una mejora de la salud, donde los niños no mueran de hambre, un mundo donde desaparezcan los conflictos armados, un mundo en paz.

Reivindico mi derecho a soñar con los ojos abiertos, con los pies en la tierra y la mirada en el cielo. Mi maestro de yoga B.K.S. Iyengar, en su libro «Luz sobre la vida», afirma que los seres humanos somos hijos del cielo y la tierra. La tierra implica todo lo que es material y tangible. Nuestra naturaleza continuamente cambiante. ¿Pero que es el cielo? Es un principio universal, eterno, inmutable. Nos ofrece un punto fijo, una orientación , como el Norte en una brújula. Esta realidad no cambia en el tiempo ni está limitada por el espacio. Nuestras mejores cualidades de bondad, generosidad, empatía, compasión, nos alinean con esa realidad.

Reivindico mi derecho a orientarme en esa dirección, sin dejarme arrastrar por las circunstancias siempre cambiantes del mundo material. Actualmente existe un desencanto generalizado. Una desesperanza, sobretodo entre los jóvenes, al ver el rumbo que está tomando nuestro mundo: Las guerras en Ucrania, Gaza y otros conflictos armados. Los desastres medioambientales producidos por el cambio climático, la corrupción de los mandatarios políticos. Eso está ahí y no hay que negar esa realidad, pero no debemos quedarnos en eso, porque otra realidad también es posible. Podemos dirigir nuestra mirada al horizonte y más allá de esa linea donde llega nuestra mirada física. Podemos ver más allá incluso con los ojos cerrados.

Hay un libro que me parece encantador: «El hombre que plantaba árboles» de Jean Giono. Es un cuento alegórico publicado en 1953. Cuenta la historia de un pastor que dedica sus días a plantar robles, para renacer una tierra desértica. Esta historia de ficción se ha considerado durante mucho tiempo una historia real. Esto prueba que lo que dice Giono no es una utopía, y que los hechos transcritos podrían muy bien ocurrir en la realidad. Todos podemos actuar positivamente en el mundo que nos rodea. Plantar un árbol es una manera de dar vida y construir futuro.

«Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol»

Martín Luther King

Reivindico nuestro derecho a seguir plantando árboles, aunque la tierra se agriete. Podemos regar esa tierra cultivando nuestras mejores cualidades. Dar lo mejor de cada uno de nosotros. No dejarnos llevar por la desesperanza. Seguir avanzando en ese proceso de mejora continua. Dirigiendo nuestra mirada hacia el cielo azul o lleno de nubarrones grises. Sabemos que las estrellas están ahí y que un sol resplandeciente brilla más allá, de donde pueden ver nuestros ojos.

Eduardo Galeano se pregunta: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Asi que, sigamos caminando…