En el artículo anterior hablé sobre los cambios. En este de hoy quiero ahondar sobre otra cuestión: ¿Qué sucede cuando queremos hacer cambios y no podemos? ¿Porqué llevamos a cabo cambios que no podemos mantener en el tiempo? ¿Tal vez por falta de fuerza de voluntad o por perder la motivación inicial?
Durante unos años estuve pasando consultas sobre métodos naturales de salud en Valencia y en Ibiza donde acudía a un centro especializado, una vez al mes. En estas consultas orientaba sobre hábitos saludables: Dietética y nutrición, técnicas corporales y otros métodos higiénicos y preventivos. Actualmente estas corrientes están muy de moda y se han popularizado mucho, pero en aquella época, década de los 80, era una tendencia que empezaba a divulgarse entre una pequeña parte de la población. Ahora pienso en la impresión que debía causar a las personas que acudian a la consulta, encontrarse con una joven de veintitantos años, orientándoles en esa vía. Creo que mi titulación como diplomada en enfermería les aportaría una cierta confianza. En esos comienzos había un buen profesional en este campo y con muchos años de experiencia, que me asesoraba y al que yo acompañaba en sus consultas. Esta situación y los años que dediqué a formarme en este campo, me impulsaron a afrontar este reto. Durante esa etapa y en mi trabajo posterior, pude comprobar como muchas personas empezaban a cambiar hábitos como fumar, beber alcohol, comida basura, sedentarismo, y cuando pasaba un cierto tiempo, volvian a sus costumbres habituales. Entonces me dí cuenta que no bastaba con cambiar viejos patrones, sino que estos cambios debían ir acompañados por una transformación interior.
Hay diferentes disciplinas que nos pueden orientar en esa transformación. Yo la encontré en el yoga. Cuando empecé a practicar esta via de desarrollo personal, era fumadora. Hacía tiempo que quería dejarlo pero no podía. Al poco de iniciar la práctica, sentir el cuerpo y la respiración, me llevó un buen día, a coger el paquete de cigarrillos y tirarlo a la basura. Desde entonces no he vuelto a fumar. Había empezado a conectar con mis necesidades vitales. Se me abría, por delante, un camino de bienestar y superación personal y quería ahondar en él. Ese fué el impulso que me animó a abandonar ese mal hábito.
Después he podido comprobar como muchos alumnos y alumnas, practicantes de yoga, han ido cambiando su dieta por otra más sana o han ido dejando a un lado costumbres que sabían que les perjudicaban. Cosa que antes no pudieron hacer.
Esa toma de consciencia del cuerpo nos conecta con nuestras verdaderas necesidades y nos aporta la fuerza para emprender esos cambios.
Mi maestro B.K.S. Iyengar dice que la práctica del yoga no solo nos ayuda a desarrollar la musculatura sino que, también, desarrolla nuestra fuerza de voluntad.
Si está claro hacia donde queremos ir y hay una transformación personal para conseguirlo, los medios para lograrlo se nos van a ir presentando.
«Quería cambiar el mundo. Pero he descubierto que lo único que uno puede estar seguro de cambiar es a uno mismo»
Aldous Huxley